Durante el año 2009, una violonchelista perteneciente a la Orquesta Sinfónica Nacional, en compañía del psicólogo Charles Snowden adscrito a la Universidad de Wisconsin, se dedicaron a llevar a cabo un experimento donde se pudo comprobar que al igual que una persona en cuidados paliativos, recibiendo terapia musical, diversas especies de animales son capaces de tener una reacción emocional ante determinados estímulos musicales.
En la ejecución del experimento, se interpretaron distintas melodías para un público que estaba compuesto por monos tití oriundos de las selvas centroamericanas.
Una vez que se estudió detalladamente a los monos y se analizaron los sonidos que fueron emitidos a fin de comunicarse, distintas piezas fueron compuestas para ellos. Así fue como se interpretaron dos composiciones que tanto en su forma, como en su estructura eran semejantes a las emitidas por los monos al momento de alertar sobre un inminente peligro, o los emitidos cuando se sentían seguros.
Una vez que se ejecutaron las piezas, los monos reaccionaron en consonancia con los mismos patrones, a los que respondían con mayor intensidad cuando sonaba la primera composición: los monos sacudían su cabeza, sacaban la lengua y miraban constantemente a su alrededor.
A modo de conclusión, los investigadores señalaron que los resultados fueron bastante sugerentes y que además podían servir para comprender que lo emocional de la música puede contener una larga historia evolutiva.
Ante este tipo de investigación, resulta evidente que los animales presentan distintas reacciones ante diferentes tipos de música, aunque siempre nos queda inquietud sobre si esa respuesta es similar en algo a la respuesta humana.
El anterior experimento, al igual que muchos otros que se han realizado, nos encaminan a pensar que existe una diferencia cualitativa, de grado, y que no solo es cuantitativa entre la percepción humana y la animal, por muy desarrollada que se encuentre la especie de la que se trate.
Un animal no llega a percibir conceptos abstractos como por ejemplo la belleza, fealdad, abnegación, superficialidad, esperanza, desesperación, confianza, desconfianza, generosidad, egoísmo. Además tampoco es capaz de percibir los juicios o los razonamientos de la firma en que los hacen los humanos.
Es así, como la respuesta que se hace presente ante la música quedaría condicionada a los instintos y códigos de percepción y comunicación de cada especie. Y en ellos se encuentran englobadas sus percepciones, sean estás musicales o de otro tipo.
Ciertamente los animales llegan a responder a los estímulos musicales, pero lo hacen de una forma tan reductiva -como lo señala el experimento anterior- que es posible llegar a entenderla como una respuesta propiamente musical.
De acuerdo a las investigaciones, es cierto que las ballenas o determinadas especies de pájaros llegan a emitir sonidos que son una especie de códigos de comunicación que a los seres humanos nos llegan a resultar bastante musicales e incluso con hermosas melodías, pero es solo el ser humano el que aparece como un ser musical en el total sentido de la palabra. Es así como lo mantenía John Blacking, quien señalaba que solo el ser humano es un music maker.